jueves, 12 de noviembre de 2009

Pobreza trepó al 31,8% e indigencia al 11,7%


La pobreza trepó al 31,8 por ciento y la indigencia al 11,7 en el primer semestre de 2009, por lo que más de 17 millones de argentinos tienen sus necesidades básicas insatisfechas. Así lo indicó hoy un estudio de la consultora privada Ecolatina, que precisó que 12,7 millones de argentinos son pobres y 4,7 millones indigentes.
Los relevamientos del índice de Precios al Consumidor (IPC) de la consultora indicaron que la Canasta Básica Alimenticia (CBA) -que mide la línea de indigencia- subió 11,3 por ciento en junio y acumula 5,1 en el año. Más de dos tercios de la suba registrada en la CBA se explican por el incremento de precios en productos como la papa, la carne y la leche.
La CBA alcanzó 261,7 pesos en junio para un adulto equivalente y 809 pesos para una familia tipo (padres y dos hijos), duplicando su costo en tres años. El adulto equivalente (AE) es la unidad con la cual se calculan tanto la línea de indigencia como la línea de pobreza en el país. Se trata de una unidad de medida equivalente a un hombre de entre 30 a 59 años, de actividad moderada y con un gasto energético diario de 2.700 calorías.
Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT) -que mide el umbral de la pobreza- se elevó 5,4 por ciento en el primer semestre y 12,2 puntos porcentuales en el primer semestre. Así, la CBT alcanzó un valor de 539,6 pesos para un adulto equivalente y de 1.667,3 pesos para una familia tipo. Por ello, Ecolatina estimó que la masa salarial del sector formal creció en torno de 14 por ciento en la primera mitad del año. La desaceleración de los ingresos fue mayor en el sector informal afectando el poder adquisitivo de los hogares con menores recursos.
Al combinar la evolución de los ingresos familiares y el costo de la CBT, surge que la proporción de la población pobre alcanzó 31,8 por ciento en el primer semestre de 2009. Ese índice superó la estimación que la consultora había realizado para el primer y segundo semestre del año pasado: 30,1 y 30,6 por ciento, respectivamente.
Las estimaciones arrojaron que el 11,7 por ciento de la población no pudo costear la canasta alimenticia (CBA) en la primer mitad del 2009, por lo que se ubicó por debajo de la línea de la indigencia. Ese valor se ubicó por encima del primer (10,5%) y segundo semestre (11%) del año pasado. Los porcentajes indican que 4,7 millones de Argentinos son indigentes y 12,7 millones son pobres.
El porcentaje es sustancialmente mayor al que muestra las estadísticas del INDEC, para quien la pobreza llega sólo al 15 por ciento en áreas urbanas y al 29 en el Noreste, la región más afectada. En ese sentido, Ecolatina destacó que "más allá de las cifras oficiales, hace dos años que la pobreza e indigencia aumentan en la Argentina".

martes, 3 de noviembre de 2009

Dicen que el Gobierno distorsiona el índice de pobreza

Mientras el Indec afirma que la pobreza en Argentina alcanza al 17,8% de la población -6,5 millones de personas-, un estudio realizado por la consultora SEL, asegura afectaría al 32,3%, lo significaría que 11,5 millones de personas son pobres. 750) this.width=750" border=0> La presidenta Cristina Kirchner se aferra a defender los índices de inflación cuestionados del Indec en Nueva York. Pero no son sólo los aumentos de precios los números que no cierran en Argentina. Un informe de la consultora SEL -que dirige el economista Ernesto Kritz- aseguró que la pobreza afecta al 32,3% de la población urbana. Esto equivale a 11,5 millones de personas pobres, de las cuales 3,9 millones serían indigentes. Este estudio se dio a conocer cuando aún estaba fresco lo que publicó el Indec esta semana sobre el mismo tema. El organismo decía que la pobreza alcanza al 17,8% de la población. Es decir, casi 6,5 millones de pobres, de los cuales 1,8 millón sería indigente. Entre una y otra medición hay una diferencia de 5 millones de pobres. ¿A qué se debe tamaña divergencia?, se cuestiona el diario Clarín. A que para el INDEC los precios de la canasta básica de alimentos retrocedieron a los niveles que tenían el año pasado. Y en el mismo lapso, los ingresos de los sectores asalariados, en especial los que están en negro, tuvieron un aumento muy importante, según la estadística oficial. Así, mucha gente puso salir de la situación de pobreza e indigente en la que se encontraba. En cambio, el informe de SEL revela que en el primer semestre la canasta básica se encareció un 13,6 por ciento. Y agrega que "el aumento de la canasta básica, valuada con los precios del mercado relevados en forma independiente, por sobre el incremento de los ingresos modificó la tendencia de reducción de la pobreza alcanzada desde la salida de la crisis en 2003 hasta la segunda mitad de 2006". Kritz dice que desde entonces la pobreza subió del 26,9%, al 28,3% en la primera mitad de 2007, 30,3% en la segunda mitad y ahora -en el primer semestre de 2008- habría subido al 32,3%. El trabajo también afirma que "entre las empresas la percepción de inflación siguió en aumento" y que "la brecha entre la inflación percibida por las empresas y la publicada por el INDEC es ahora de casi 15 puntos”.

Pobreza y Gobierno

El Gobierno reconoce que 51,4% de la gente vive en la pobreza. Son 18,2 millones de personas.
El dato es oficial. En la Argentina hay 18.219.000 pobres, un poco más de la mitad —el 51,4%— de la población. De ese total, 7.777.000 son indigentes. Las cifras son de Siempro (Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales), un organismo que depende de la Presidencia de la Nación.
Más impactante aún es que del total de pobres 8.319.000 son chicos y adolescentes: ahora, 2 de 3 tres menores, o el 66,6% de niños y jóvenes de menos de 18 años, vive en hogares pobres. (Ver Golpe sobre...) El informe de Siempro puntualiza que los 18,2 millones de pobres viven en 4.050.000 de hogares, de los cuales en 3.045.000 viviendas hay chicos menores de 18 años.
Y agrega que el déficit de ingresos de los hogares pobres para salir de esa situación alcanza en la actualidad a 14.600 millones de pesos anuales, un valor que aumenta mes a mes por la inflación y la mayor cantidad de pobres.
El titular del INDEC, Juan Carlos Del Bello, estimó días pasados, como dio cuenta Clarín, que la mitad de la población vivía por debajo de la línea de pobreza. Ahora, por primera vez, un organismo oficial, bajo la dirección de Irene Novacovsky, precisa que el 51,4% de la población se encuentra en esa situación.
La pobreza es un fenómeno en ascenso desde 1994, y pegó un espectacular salto desde 1998 en adelante para trepar con aún mayor fuerza en los últimos meses. Y es por la combinación de tres factores: la suba de precios, en especial de los alimentos, el aumento del desempleo, y el congelamiento de los salarios.
Así desde enero y en apenas 5 meses, la pobreza aumentó en 3.813.000 personas, a razón de 762.000 nuevos pobres por mes o 25.000 nuevos pobres por día. Y con relación a 1998, cuando comenzó la recesión, hay 7 millones de nuevos pobres. Un poco más de la mitad se generaron entre enero y mayo últimos.
Pobreza e indigencia
Según el INDEC el costo de la canasta básica que determina quien vive por debajo de la línea de pobreza —incluye un grupo de alimentos y de servicios elementales— aumentó el 35,7% entre enero y mayo de este año. El INDEC considera pobre a las familias —matrimonio y dos hijos— que ganan menos de 626 pesos por mes. En diciembre consideraba pobre a una familia que ganaba menos de 461 pesos.
El cálculo es el siguiente. Para alimentarse y los gastos elementales el jefe de familia necesita 202 pesos por mes, la esposa 150 pesos, una hija de 18 años 146 pesos y un hijo de 5 años 128 pesos. Si la familia tuviese un tercer hijo, pasaría a ser pobre si tiene ingresos menores a 680 pesos mensuales. Estos datos corresponden a la Capital y el Gran Buenos Aires.
En el resto del país, salvo en la Patagonia, los valores son más bajos porque varía la canasta de alimentos y servicios y los precios de los productos. Pero los salarios también son inferiores.
Por esta razón, ahora no sólo los que no tienen empleo son pobres sino la mayoría de los que trabajan ya que, según el INDEC, en promedio, el sueldo de los 8 millones de asalariados se ubica en 569 pesos, en tanto la mitad de los trabajadores gana menos de 400 pesos por mes.
A su vez, es indigente quien ni siquiera tiene ingresos para comprar los alimentos básicos que, entre enero y mayo, aumentaron el 42,5%. Así una familia de 4 integrantes que gana menos de 266 pesos mensuales para el INDEC es indigente. El jefe de hogar desocupado que cobra el subsidio de 150 pesos por mes no logra salir de su situación de indigencia.
La canasta básica de indigencia del INDEC incluye sólo alimentos, como pan, papa, leche, fideos, aceite, frutas, mientras la canasta básica de pobreza además comprende algunos servicios no alimentarios, como vestimenta o transporte.
El informe de Siempro precisa que la indigencia —la franja más pobre— está creciendo a un ritmo más intenso que el de la propia pobreza. Por ejemplo, en 1998 el 28,9% de los pobres era indigente y ahora alcanza al 42,6%. Esto indica que la extrema pobreza ha pasado a ser un fenómeno masivo, con su secuela de desnutrición y riesgo de vida ya que esas personas no ingieren los "requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles" del ser humano, de acuerdo al INDEC. Así la Argentina tiene ahora índices de indigencia superiores a los de muchos países latinoamericanos, cuando décadas atrás no tenía problemas alimentarios básicos y registraba indicadores de movilidad social que se asemejaban a los de los países de Europa Central.
Hasta mediados de la década del 70 la pobreza era una cuestión marginal en la Argentina, ya que comprendía apenas al 5% de los hogares. En el 80 subió al 12%, pegó un salto con la hiperinflación de 1989/90, para descender luego, con la estabilidad de precios. Pero esta caída solo duró hasta comienzos de 1994. Desde entonces por la recesión, la caída de los salariosy el aumento del desempleo subió en forma sostenida, agrandando la brecha entre los que más y menos ganan.
En 1998, ya uno de cada 4 hogares eran pobres. A fin del 2001 alcanzó al 30% y ahora 4 de cada 10 hogares es pobre. Pero como en los hogares pobres vive más gente, en especial chicos, en población la pobreza alcanza al récord del 51,4%.
Los factores que llevan a esta aceleración del crecimiento de la pobreza son:
· Menor actividad económica: en el primer trimestre el PBI habría caído el 15%.
· Inflación, con mayor impacto en los alimentos, lo que perjudica más a la gente de menos recursos.
· Desempleo: las empresas siguen achicando sus dotaciones de personal. Según el Ministerio de Trabajo, el empleo está cayendo al 10% anual.
· Cuentapropismo: por la falta de dinero (agravado por el corralito) se resintió la actividad por cuenta propia.

Para saber un poco más


Pobreza- Algunos datos


En la Argentina, la historia de la pobreza muestra un significativo vuelco en el transcurso de los últimos 15 años. Las "villas miseria", barrios ilegalmente constituidos ubicados en zonas marginales del espacio urbano, carentes de una infraestructura mínima de servicios orientados a atender sus requerimientos básicos, surgen de la crisis del modelo agroexportador en la primera mitad de siglo y el temprano desarrollo de la actividad industrial ya que estos favorecieron a un rápido proceso de urbanización. La crisis que se inicia en los setenta, consolidan los bolsones de pobreza estructural, que en el caso de la Argentina, en relación a la gran mayoría de los países de América Latina, son de extensión limitada. Las transformaciones económicas y sociales que caracterizaron a la década del ochenta tuvieron un notable impacto en las condiciones de vida de la población. La fuerte recesión, se tradujo en un notable deterioro de la capacidad que el sistema productivo tiene de generar empleo. Así se extendió la pobreza. Desde el punto de vista de la metodología adoptada para la medición de uno y otro tipo de pobreza, es importante destacar que el criterio de medición que se basa en la evaluación de la satisfacción de las necesidades básicas (NBI) es adecuado para la captación de los hogares pobres estructurales. Esto responde al fuerte sesgo que este criterio tiene a evaluar, a través de las condiciones de las viviendas, la no-existencia de un stock básico, lo cual resulta de una larga historia de pobreza. Los nuevos pobres son hogares que seguramente cuentan con una vivienda adecuada, acceso a servicios de saneamiento básico, etc., a los cuales pudieron acceder previo al deterioro de sus ingresos. Es precisamente este último aspecto el que los identifica, por lo que el criterio de Línea de Pobreza (LP) es el más adecuado para su captación. Para el análisis de la situación de pobreza en diferentes regiones del país se recurre básicamente a dos fuentes de información: Los censos de población de 1980 y 1991, a través de los cuales es posible evaluar la incidencia y distribución de la pobreza estructural a lo largo de la década del ochenta. Encuestas de hogares, a través de las cuales se pudo relevar los ingresos que las familias perciben. Entre 1980 y 1991 el número de hogares con necesidades básicas insatisfechas muestra una reducción del 4%, en tanto el número total de hogares se incrementó en un 20,5%. De este modo, la incidencia de la pobreza pasa de ser del 18.3% al 14.5%. Esta reducción relativa de la pobreza tuvo lugar en la casi totalidad de las provincias del país, siendo la Capital Federal y Tierra del Fuego los únicos distritos donde se verifica un leve incremento de la misma. Para el caso del Gran Buenos Aires, entre 1980 y 1986 se produce un leve incremento de la pobreza. El proceso inflacionario que se inicia desde 1987, y que tiene su pico en 1989, repercutió en un crecimiento del 100%, representado fundamentalmente por aquellas familias que, si bien tienen sus necesidades básicas satisfechas, el deterioro de sus ingresos las lleva a la situación de no poder cubrir el costo de una canasta básica de bienes y servicios. A partir de 1990 se inicia una progresiva reducción del tamaño de la pobreza, a una velocidad que decrece de año en año, siendo la proporción de hogares bajo la línea de pobreza en 1993 del 19.4%. Por último, y en forma coherente con el deterioro del nivel de los ingresos familiares de los sectores medios y bajos más pobres que se verificó desde 1994, la pobreza muestra un incremento que se extiende hasta el año 1996. Hacia mayo de este año, el 26.5% de los hogares era pobre. La clasificación de los hogares en una escala de ingresos per cápita expresada en términos de valores de líneas de pobreza nos permite comprender la dinámica de este proceso, al mostrarnos cómo se posicionan los hogares en torno al límite de la pobreza. La proporción de hogares con ingresos comprendidos entre 0.75 y 1.25 líneas de pobreza, es decir aquellos cuyos ingresos se ubican en la proximidad de la línea por encima y por debajo, supera al 15% desde 1987. Este grupo adquiere gran significación, pues aumenta la importancia del efecto que puedan tener políticas moderadas de empleo e ingreso en la incidencia de la pobreza y, por otra parte, es el más vulnerable al deterioro de los ingresos captados por parte de las familias. En el período posterior, entre 1990 y 1992, la proporción de los hogares indigentes - aquellos que, aún si utilizaran la totalidad de sus ingresos para la alimentación no lograrían acceder a una canasta básica de alimentos - llega a 12.3% en 1989, reduciéndose luego hacia 1992 valores cercanos al 2%. Por último, en 1993 la proporción de hogares indigentes inicia un aumento, que llega al 3.8% en mayo de 1996. La etapa del ciclo vital en que se encuentran las familias tiene especial incidencia en la probabilidad que éstas tienen de quedar inmersas en el universo de la pobreza. La presencia de niños en la familia tiene el doble efecto de, por un lado, aumentar el número de personas que dependen del ingreso de los adultos, y por otro, disminuir este ingreso, al dificultar a la madre de los niños su participación en la actividad económica. En los hogares con niños la probabilidad de ser pobres aumenta significativamente. En en 1994 en el Gran Buenos Aires la incidencia de la pobreza para el total de los hogares es de 18.4%, entre los hogares con niños menores de 15 años la misma se eleva al 32.9%. Como consecuencia de ello, el 43% de estos niños viven en hogares pobres. En conclusión, los efectos de la pobreza y la desocupación tienen especial impacto en las familias con niños.


martes, 20 de octubre de 2009

Pobres y pobreza en Argentina: un problema estructural.

Muchos se preguntan como en un país como Argentina, productor de alimentos por excelencia, existe pobreza extrema y desnutrición. En principio suena inconcebible que, en un país que produce alimentos para aproximadamente tres veces la cantidad de personas que viven en él, aun hoy muchos mueren de hambre. Aunque cuando pensamos sobre el tema la respuesta sale a la luz, el gran problema argentino y latinoamericano por excelencia es la MALA DISTRIBUCION DE LA RIQUEZA. Latinoamérica, con Brasil a la cabeza, es la zona más desigual del mundo y Argentina no está exenta para nada de esta realidad. Si hay alimentos para todos y no todos tenemos la suerte de estar bien alimentados la ecuación es fácil, hay pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco o que no tienen nada. Y esta es una lógica devastadora que en Argentina comenzó a profundizarse con la última dictadura y mantuvo su apogeo con las políticas neoliberales de la década del 90 y recién en la post crisis del 2001 (bien o mal) se intentó hacer algo para revertir esta situación. Lamentablemente la pobreza en Argentina es estructural, existió siempre y se profundizó en la década pasada. Las políticas de desregularización de la economía sólo incrementaron la diferencia social. Los sectores industriales y de servicios públicos, principales generadores de empleo en el país, fueron los que más sufrieron con esta ola privatizadora. La flexibilización laboral y la hiper desocupación hicieron que muchas personas queden marginadas del sistema o trabajen por salarios de hambre en jornadas inhumanas. Empresas extranjeras y algunos sectores de la burguesía nacional se beneficiaban con la mano de obra barata y la renta extraordinaria que proponía un sector político orientado a favorecer el capitalismo trasnacional y despreocupado por las consecuencias sociales. Argentina además de ser un productor de alimentos, materias primas, también es un exportador de estos productos. El problema es que al exportar este tipo de materias, que no producen valor agregado, lo que ocurre en el país es que no se genera empleo y son solamente las clases productoras las que se benefician. Según mi opinión esta es la respuesta a la pregunta de por qué existe desnutrición en un país que produce mucho más alimento de lo que necesitan sus habitantes, sencillamente porque muchos de sus habitantes solamente los ven pasar.

Pobreza en la Argentina 2007-08

Una de las dos justificaciones remanentes para el modelo económico que los Kirchner explotan en Argentina acaba literalmente de volar por el aire: la pobreza, medida por cuatro diferentes fuentes, no solamente no ha disminuido sino que ha aumentado peligrosamente hasta alcanzar nuevamente a un 30% de la población.En la estadística oficial, con el índice de Costo de Vida "retocado" en 2007 por el Secretario de Comercio, la pobreza ha disminuído en forma constante desde que asumió Kirchner su primer gobierno.Pero desde 2007, los datos de INDEC han cambiado dramáticamente: el nuevo "índice" (aún bajo "revisión" por una "comisión académica") declara cifras de costo de vida (y por ende canasta familiar y pobreza) totalmente diferentes de los costos medidos en los supermercados y las empresas: en 2008, la inflación en alimentos y bebidas fue del 40,5% conforme a los datos de la consultora Ecolatina del ex ministro de Kirchner 2003-2006 Lavagna y solamente 2,6% conforme a los datos oficiales.El "efecto Moreno" : reduciendo la pobreza con el "índice"La realidad ocultada-Aplicando el índice de Costo de Vida original del INDEC -el que se reemplazó en 2007- para comparar "peras con peras", surge el siguiente cuadro de evolución desde 1989 -cuando la hiperinflación expulsó a Alfonsín del gobierno- hasta la actualidad de 2008:Mas allá de la embarazosa evidencia de que el "modelo neoliberal" de la década 1990-1999 fue mejor para los pobres que el "modelo progresista" de la era Kirchner, surge algo más grave: la pobreza está aumentando en forma acelerada desde 2007: Y este aumento de la pobreza (medida como el porcentaje de la población con ingresos inferiores a la canasta familiar del INDEC) y de la indigencia coincide ominosamente con la "intervención" del INDEC de 2007, a partir de la cual Argentina comenzó a tener dos índices de inflación y costo de vida: Uno para la realidad cotidiana de comercios y alimentos y otro para consumo publicitario del gobierno desde su torre de Puerto Madero:
La realidad puede observarse mejor desde la villa 31 -derecha de la imagen- que desde las pantallas de plasma de Puerto Madero -izquierda de la misma- y la estadística reprimida surge tanto de los índices paralelos mantenidos por los desplazados del INDEC y los ex ministros de economía del mismo Kirchner como de la más expeditiva observación cotidiana de quien vive en la Argentina.

El problema con el ocultamiento de la inflación y la pobreza es que no solamente no se las combate efectivamente, sino que se las promueve, como muestran los resultados.

Mortalidad infantil? Aumentó en el 80% del país durante el "crecimiento a tasa china" de 2007 -según cifras oficiales y el mismo ex-ministro Lavagna: La pregunta que sigue es: si con 30,000 millones de dólares anuales de retenciones durante el período 2003-2008 y los fondos de las AFJP la pobreza sigue aumentando y también lo hace el costo de vida -las dos excusas para retenciones e incautaciones de fondos para "caja"- a dónde han ido realmente los fondos?.

Pobreza en Argentina

La Argentina vive la peor crisis económica de su historia, con mas de la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza, niveles desconocidos de marginación laboral, quiebra del aparato productivo, cesación de pagos externa y colapso del sistema financiero. Ha dejado de ser el alumno modelo del FMI y el ejemplo a seguir por otras naciones en desarrollo para convertirse en la peor experiencia del periodo de posguerra. Es mas, muchos argentinos dudamos poder salir de este abismo que no parece tener fin, al que nos condujeron en forma progresiva los gobiernos que se sucedieron en las últimas décadas.
El generalizado repudio de la población respecto de la dirigencia política y económica de los últimos 30 años responsables por acción, ineficacia u omisión de la situación actual, se expresa en el difundido que se vayan todos, que identifica a cacerolazos, escraches, marchas de desocupados y piqueteros, así como en las legiones de jóvenes que abandonan el país.
Paradigma y expresión patética de la conducta de esa clase dirigente son las dos principales figuras políticas surgidas tras la sangrienta dictadura militar de los 70: Alfonsin y Menem. Ambos llegaron al poder envueltos en las mejores banderas del radicalismo y peronismo, la democracia, el respeto por las libertades públicas y la reivindicación de los derechos humanos, en un caso, y la defensa del trabajo y la producción nacional, el desarrollo regional y la justicia social, en el otro. Sin embargo, ambos terminaron involucrados con lo peor y más desdeñable de cada uno de esos movimientos, priorizando intereses corporativos o individuales y traicionando la fe publica depositada en ellos.
Capitalismo a la Argentina
En la búsqueda de explicaciones a la involución económica y social del país se pueden encontrar diferentes visiones.
Los responsables directos en la ejecución de las políticas que llevaron a este estrepitoso fracaso nacional, que suelen emboscar hipócritamente sus intereses particulares tras las banderas de la libertad de mercado, discurren sobre el carácter "populista" de nuestro país y las dificultades de establecer un sistema capitalista. Para esta corriente de pensamiento, ligada a la defensa de los intereses de los grupos económicos dominantes, la Argentina no es capitalista -de allí la crisis- y el desafío reside en realizar las transformaciones pendientes para convertirse en una real economía de mercado. Obviamente, los deberes pendientes se refieren al desmantelamiento de lo poco que queda del Estado, ya sea en el campo económico o social.
En la Argentina de hoy -después de haberse consumado la entrega a precio vil de los recursos naturales, concesionado servicios básicos con clientela cautiva y tarifas abusivas, privatizado ineficientemente el ahorro público y arrasado con los controles al ingreso irrestricto de capitales y mercaderías, se requiere de mucha ingenuidad para creer que la salida de la crisis pasa por la privatización del Banco Nación y del PAMI o el despido de una tercera parte de los empleados públicos y la reducción de los cargos políticos al nivel nacional y provincial.
En el otro extremo se encuentran quienes piensan que la experiencia argentina es una clara muestra del fracaso del capitalismo en general, sin profundizar en las características domésticas. Este tipo de afirmaciones de carácter general no explican adecuadamente el desarrollo de otros países ni se traducen en propuestas operativas para la coyuntura.
Desde nuestro punto de vista, en Argentina se ha desarrollado un tipo de capitalismo prebendario y antiindustrial fundado sobre privilegios institucionales, al que sería mas propio calificar de modelo de "capitalismo mafioso" y de economía de saqueo", de atenernos a la forma como se llevo a cabo la expropiación de la propiedad pública. En la consolidación de este modelo ha jugado un rol sustancial el Estado a través de la entrega de recursos, concesión de servicios, canalización forzosa del ahorro y desmantelamiento de redes de protección a la industria nacional. Los favorecidos han sido, por un lado, una camarilla de pseudoempresarios beneficiarios directos de las reformas -la llamada patria contratista- y, por otro, sectores económicos del exterior, que han aprovechado de la desindustrialización y el desmantelamiento del aparato productivo.
En la Argentina de hoy, el mercado y la competencia funcionan casi exclusivamente en determinados sectores y al nivel de pequeñas y medianas empresas mientras que en el resto de la economía predominan monopolios y oligopolios surgidos de contratos o concesiones leoninas hechos con el Estado.
El desafío consiste, justamente, en cambiar el modelo actual y establecer un capitalismo de producción y competencia, lo cuál requiere de un Estado activo que lleve a cabo las transformaciones institucionales necesarias.
De la recesión con deflación a la depresión con inflación
¿Estamos frente a un cambio de modelo? ¿Son idóneas las medidas de política económica adoptadas por la gestión Duhalde-Remes para revertir la crisis?
En primer lugar, el Gobierno no esta haciendo nada para cambiar el modelo vigente y reorientar el rol del Estado en la economía, promoviendo un capitalismo competitivo, sustentado en la industrialización y la mejora en la distribución de ingresos. Por el contrario, la inflación generada por la devaluación ha deteriorado el poder adquisitivo de la población profundizando la crisis y acentuando el carácter excluyente del modelo.
La más importante de las medidas adoptadas, el abandono de un sistema de tipo de cambio fijo por otro de flotación sucia, medida impulsada por el FMI y sectores vinculados a la producción de bienes exportables, produjo una fuerte devaluación del peso que ha sumado un nuevo problema a los ya existentes, la inflación. La recesión con deflación se ha transformado en depresión con inflación.
Las claves para interpretar la coyuntura y no confundirse con las marchas y contramarchas del Gobierno se encuentran en el programa económico que impulsa el FMI. La mayor preocupación del Fondo es obtener superávit en las cuentas externas de Argentina, es decir, la generación de saldos positivos en la balanza comercial para hacer frente a los compromisos financieros derivados del endeudamiento y las remisiones de utilidades generadas por las inversiones externas radicadas en el país. Todo ello manteniendo o, de ser posible, reduciendo los aranceles a la importación vigentes, objetivo estratégico de EEUU y el mundo industrializado.
La receta que permite resolver esta ecuación es simple: comprimir la demanda interna con la finalidad de reducir importaciones y aumentar exportaciones. Los instrumentos de política económica para alcanzar este objetivo son dos: la devaluación y el ajuste fiscal. Mediante la devaluación se reduce el consumo privado a través de la perdida de poder adquisitivo que provoca la inflación, mientras que por el ajuste fiscal se contrae el componente de la demanda que debería actuar como factor anticíclico y propulsor de la salida de la crisis.
La falacia de la vía exportadora
Obviamente, el marketing del modelo se realiza desde otro ángulo, ocultando su carácter excluyente y realzando su supuesta virtud. La baja de salarios reales haría más competitiva la producción local provocando un sustancial aumento de las exportaciones que impulsaría un nuevo sendero de crecimiento.
Para alcanzar su propósito los propagandistas de la vía exportadora suelen recurrir a la utilización de técnicas subliminales que facilitan la asociación entre la Argentina conservadora, rica, generosa y abundante, de principios de siglo, con una economía con escasa injerencia estatal, poco industrializada y centrada en la exportación. El sentido del mensaje es claro: el paraíso se perdió por culpa del populismo y la intromisión del Estado.
Sin embargo, la experiencia internacional es rica en ejemplos que refutan por ingenuo o malintencionado el argumento anterior. Hoy, en plena transnacionalización no se puede esperar del mercado, al menos para países en desarrollo, que produzca las transformaciones necesarias requeridas para consolidar un modelo industrial exportador.
Los ingenuos de mercado deberían estudiar con mayor detalle la experiencia latinoamericana y observar que las fuertes contracciones salariales tienden a consolidar un modelo regresivo de distribución del ingreso (concentrador-excluyente), en el que un pequeño núcleo de población captura un alto porcentaje de los ingresos en concomitancia con aumentos de la pobreza y el desempleo. Este tipo de modelo determina un perfil productivo de carácter primario-exportador con un limitado desarrollo industrial y una escasa absorción de empleo. En esa Argentina sobran veinte millones de argentinos.
Es mas, el superávit externo, objetivo de la devaluación, en lugar de orientarse al financiamiento de nuevas inversiones se termina aplicando, por un lado, al pago de compromisos financieros y retorno de inversiones extranjeras y, por otro, al consumo suntuario o ahorro en el exterior.
Este es el horizonte que tenemos. El grado de endeudamiento y la fuerte presencia de inversiones extranjeras en el sector productivo y financiero permiten prever que la exclusión, definida como pobreza, desempleo y bajos salarios, llegó para quedarse. Resulta ilusorio, al menos en el corto plazo, soñar con la difusión de una eventual bonanza derivada de una expansión económica motorizada por las exportaciones.
La virtuosidad de un esquema devaluación = mas competitividad = mas exportaciones no es automática en países en desarrollo. Construir un sector industrial exportador requiere de la activa presencia del Estado.
Alternativas
Las alternativas existen. Desde el rescate crítico de nuestra propia experiencia de industrialización sustitutiva a los modelos de industrialización orientada a exportaciones realizados en el sudeste asiático. En todos los casos las experiencias exitosas fueron el resultado de una fuerte presencia del Estado tanto en la planificación como en la ejecución de las actividades necesarias, en manos de una dirigencia eficiente y con vocación nacional.
Sin embargo, en el corto plazo la única posibilidad de reactivación reside en una inyección de recursos que movilice la economía mediante un golpe de consumo y un programa de inversión pública. El Gobierno cuenta con los instrumentos para implementar una acción de estas características a través de planes sociales, aumento de jubilaciones, realización de viviendas y obras de infraestructura.
La solución de la crisis económica actual no es un problema de teoría económica sino de política económica. Los instrumentos existen pero se requiere de decisión para su aplicación.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

sabrisSs

Un trabajo de la escuela... =)